En una era en la que los cambios son tan repentinos, la tecnología avanza a pasos agigantados y los mercados evolucionan más rápido de lo que se puede prever, las personas están siendo el activo más importante y el factor diferencial de cada organización. Parte de este diferencial lo marca su capacidad de adaptarse a la versatilidad que propone la dinámica del mundo actual. Pero, aunque esa capacidad sea natural en todas las personas, si no se estimula puede caerse en el riesgo de invalidarla y generar una baja o nula agilidad de respuesta.
¿Y cómo se estimula esa adaptabilidad?
Generalmente cuando las organizaciones quieren potenciar el desempeño profesional de los colaboradores, piensan en un plan de capacitaciones y desarrollo que permita a las personas formarse en los distintos aspectos técnicos y habilidades necesarias para encarar su trabajo y nuevos desafíos. Aunque esta valoración profesional sobre las personas es absolutamente necesaria, no es suficiente a la hora de impulsarlos; y nuevamente acá entra en acción la importancia de los líderes. Ellos son los principales responsables de que cada miembro de su equipo pueda poner en práctica las capacitaciones y hacer uso de las herramientas que le entrega la organización. Evitando que caigan en desuso sus conocimientos y facultándolos para que desde su autodeterminación cumplan con el objetivo establecido, es que los líderes empoderan realmente a las personas.
El término empowerment, luego de sus orígenes legales y su re-introducción en movimientos de derechos civiles, hoy está resonando con mucha fuerza en el mundo empresarial. Los Mejores Lugares para Trabajar vienen mostrando hace varios años un foco importante en empoderamiento de sus colaboradores. Existe una diferencia de casi 16 puntos con el mercado en los aspectos que se indagan con relación a este tema. Por un lado, los colaboradores de Los Mejores manifiestan que les dan la autonomía para realizar su trabajo. Pero no sólo eso, sino que además reconocen que esa autonomía está basada en la confianza de sus líderes, dejando completamente en manos suyas el desenvolvimiento de las actividades.
Y de eso se trata, de transmitir el poder para la toma de decisiones mostrando una confianza auténtica en las habilidades de las personas e interés en desarrollar las que le faltan. Es cuestión de dar a sus equipos la capacidad de resolver situaciones que deriven de sus tareas, de una forma autónoma. Es motivar un real involucramiento y una apropiación por parte de los colaboradores.
De esta forma, los excelentes lugares para trabajar motivan una actitud proactiva en vez de reactiva en las personas, mejorando así la calidad de sus servicios, la productividad del trabajo, la eficiencia de procesos y en consecuencia, los resultados organizacionales.
Entonces, acompañando el avance en la entrega de herramientas y capacitaciones que sin dudas ayudan al desarrollo de las personas, las organizaciones deberían trascender esa entrega de recursos. Es sustancial que comiencen a generarse espacios adecuados para que los colaboradores pongan a disposición todos sus aprendizajes, creen una cultura de cooperación en donde se compartan sin miedo las ideas, realmente se involucren en la toma de decisiones, sientan orgullo de lo que hacen y así se apoderen de lo que hacen; así se sentirán dueños de su trabajo listos para dar lo mejor de sí.